(por Carlos J. Aldazábal, en la voz de Luciana Velloso)
Espalda acostumbrada a los azotes. Hay que aguantarse las ganas de llorar cuando se pierde. Hay que tragar saliva, ponerse el overol y salir a trabajar con lo que haya.
Dicho esto, no quita la frase de Vallejo: sin que les haga nada todos le daban duro y con un palo. Y no es que en la molienda tenga que hacerse trigo para resucitar. Es la dignidad que no se toca, es la ferocidad lo que contrasta. Es el aullido agudo del país estridente.
Quieren hipotecar nuestros glaciares, el petróleo se ha ido, y apenas queda un cerro sin cianuro de oro.
Quisieran vernos frágiles, vencidos, y no con nuestros puños apretados, el cuero ya curado con salmuera y la hiel en la boca, para escupirles la cara cuando menos lo esperen.
Hay que aguantarse las ganas por ahora. Ya vendrán otros tiempos.
Como nos dijo Hernández: hay que saltar del corazón al mundo.
Algo de lo que se puede escuchar
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