Algunas parecen sacadas de cuadros de Dalí. Otras, de un documental de Nacional Geographic: antílopes, leones, tigres de bengala, elefantes de la india. Algunas parecen postales que he vivido: un viaje en taxi con José Luis Manggieri, poeta generoso que murió de tristeza. O un viaje hacia el Perú, con destino algo incierto: ruinas de lo que fui ambientadas por sonidos de charango.
Otras tienen afición por la imagen del cine: ahí pasa Espartaco, gladiador y rebelde, prometiendo redención para los oprimidos. Y otras más pequeñas, con voz televisiva, me muestran a Zelaya con sombrero de cowboy, a Cromañón en llamas, a un jugador de fútbol gambeteando el fastidio de que quieran cobrarnos hasta el aire.
Así las veo, llevadas por la brisa de una tarde gentil: formas caprichosas en las que reposa mi cerebro, órgano inflamado, alentado a la imaginación y al recuerdo por la tímida complicidad de este cielo en agosto.
Algo de lo que se puede escuchar
Festival de Tango en Buenos Aires