(por Carlos J. Aldazábal)
Hoy podría hablar de mi sobrina jugando entre las mesas de un hotel, con el desenfado esperanzado de sus tres años llenos de curiosidad. Podría hablar de una mujer bailando en mis recuerdos y de su confusa timidez disfrazada de loba. Podría hablar de una mañana helada, pero llena de sol, de una brisa espesa, casi neblinosa, apta para los paracaídas y las nubes. De una canción lejana, con aire de chacarera, en la extraordinaria voz de la gran Mercedes. Podría hablar de las pequeñas magias que ocurren en el país de las pérdidas, de los rayitos de luz que disipan la incertidumbre. Podría hablar del misterio, esa chispa vital que oculta las causas de lo desconocido.
Podría hablar de todo eso, pero sólo sería un modo de evocar aquel viaje a Colonia, aquella puesta de sol en lo alto de un faro, cuando el mundo nacía, para mis ojos, implacable y gentil en la hermosura de la noche.
Algo de lo que se puede escuchar
Bruno Di Benedetto
de Avellaneda a Puerto Madryn con la poesía a cuestas
Mariana Caumon
reci-portaje en vivo
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