por Walter Alegre
Soñaba que otro gallo cantó y el dolor se abolía. Soñaba que el hambre no se había llevado a nadie, que de las canillas de las casas de todos los niños brotaba chocolate caliente y que el egoísmo ya no tenía sentido si es que alguna vez lo tuvo.
Abrazándose a la almohada soñaba con sus ojos infinitos, su sonrisa perfecta, su piel fresca y sus promesas de amor.
Que nadie era tan valiente como para no arrodillarse alguna vez y nadie era tan cobarde como para no levantarse alguna otra.
Soñaba que el mundo se salvaba de la estupidez y que no era necesario pagar a nadie por nada.
Soñaba que los dioses crueles fueron echados de los cielos y los hombres justos gobernaban la tierra.
Antes del alba se despertó con un ladrillo en la mano…
Algo de lo que se puede escuchar
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